Rafael Benguria, físico-matemático y Premio Nacional de Ciencias
Exactas 2005, no llevaba ni tres minutos hablando cuando los estudiantes del
cuarto Chile VA! Nacional 2012 ya lo estaban aplaudiendo. Su charla, que
transitó por la historia de la ciencia en Chile, algunos aspectos de su
historia personal y lo que él visualiza como desafíos para las nuevas
generaciones de universitarios, fue el broche de oro de los encuentros con los
científicos que visitaron Picarquín esta semana. No solo habló de su
disciplina, que ha desarrollado con distinción en Chile y el extranjero (es
doctor de la Universidad de Princeton), sino que se preocupó de dejar una
mensaje para la vida que impactó a los jóvenes.
Después de 44 años dedicado a la ciencia, de haber tenido en sus
aulas de la Universidad Católica a seis mil alumnos de pregrado, de haber
formado a centenares de doctores y magísteres, la mayor ambición del doctor
Benguria es simple: quiere que el país se desarrolle y que a toda la gente en
Chile le vaya mejor. Un objetivo fácil de enunciar pero difícil de
concretar pues requiere de un cambio de mentalidad que va, incluso, más allá de
lo académico.
"Hasta ahora, los chilenos hemos sido súper feudales: no
vemos más allá de las murallas de nuestros propios feudos y esa es una
mentalidad que quiero que se saquen de la cabeza. Tenemos que terminar con eso
de que la universidad A es mejor que la universidad B, o que el laboratorio de
la universidad A es el único que existe. ¡Chile es más importante que los
pequeños feudos”, afirmó.
Para ilustrar mejor su llamado, el doctor Benguria recurrió a los
contenidos de su clase de modelos matemáticos. “Existen condiciones de borde
Dirichlet, que son fijas, y condiciones de borde Neumann, que son libres.
Imaginemos un tambor, ¿cuál se deforma menos o tiene más libertad? El que tiene
bordes móviles, evidentemente. Eso se sabe en varias disciplinas y es
aplicable. Para que un país progrese, no podemos tener bordes Dirichlet,
¡porque es feudalismo!, explicó.
Libre flujo, diversidad, intercambio de opiniones, mezcla o
combinación de personas y miradas, que se reflejen en la cooperación
universitaria, ayudarían, según él, a modificar esa mirada que hoy nos tiene
convencidos de que el mundo “se acaba en la pared de mi casa”.
En la primera parte de su charla, que estuvo dedicada al contexto
histórico del desarrollo de la ciencia en Chile en los últimos 100 años, el
premiado físico valoró el rol de algunos personajes olvidados por los libros de
historia. Como Juan Martínez de Rozas, vocal de la primera Junta de Gobierno,
doctor en Filosofía y aficionado a la física, los naturalistas del siglo XIX
Claude Gay e Ignacio Domeyko y los fundadores de la Sociedad científica de
Chile. La gran actividad científica de esos años, interrumpida por la crisis
económica de los años 30, fue retomada después de la Segunda Guerra Mundial y,
desde entonces, pero siempre visto en perspectiva, el desarrollo ha sido considerable.
“Yo me muero de envidia de las oportunidades que ustedes tienen,
que son muchas mas que las que yo tuve”, admitió el doctor Benguria, haciendo
referencia a que, cuando él estudió Ingeniería Eléctrica en la Universidad de
Chile, en los años 70, no tuvo ni el “privilegio” de dormir en clases, porque
era el único alumno. Actualmente, en cambio, hay muchos más estudiantes, más y
mejores equipamientos y numerosas áreas de estudio.
Sencillo y simpático, el físico compartió con los jóvenes de Chile
VA! su afición por las humanidades, que lo tiene embarcado en el proyecto de
rescatar los más antiguos textos científicos del país, con herramientas de
historiador. Les contó, además, que su mayor orgullo (aparte de su familia)
eran sus alumnos, “aunque me traten de viejujo”.
Su charla concluyó con un abierto desafío para los estudiantes:
“Necesitamos, como país, que cada uno de ustedes tome su camino y lo haga lo
mejor posible en lo que quiera que haga, pero el desafío es que piensen en su
comunidad, en la gente que los rodea. Es deber de ustedes que, en los próximos
30 años, el país se desarrolle todavía más. ¡Y si no lo hacen, los voy a venir
a penar!”, concluyó.
El doctor Benguria concluyó su presentación entre grandes
aplausos, de pie, y gritos de “¡ídolo!”.