Hacia un
año que José Francisco experimentaba dolor en el hombro y brazo izquierdo.
Había sido evaluado por múltiples médicos sin que los medicamentos y las
terapias le brindaran alivio. Había observado un enlentecimiento de sus funciones
motoras, y cada día parecía brindar mayor torpeza a sus movimientos y destrezas
finas. Su escritura se había deformado, y su caligrafía se había convertido en
una letra pequeña difícil de leer. Varios tropezones, le había causado algunas
caídas, y a sus 57 años, de pronto, su expresión facial, se había congelado,
pareciendo casi una máscara. Sin embargo, lo que más le molestaba era el dolor
continuo del hombro izquierdo, y la lentitud que parecía apoderarse de su brazo
y de la mano.
Su familia le indicaba que estaba lento, y en algunas ocasiones
necesitaba que su esposa le pusiera las yuntas que siempre usaba en las camisas
de mangas largas. Por primera vez estaba pensando dejar de usar yuntas en sus
camisas, por lo difícil que le resultaba hacerlo; también estaba experimentando
inestabilidad al levantarse de la silla y comenzar a caminar, y en algunas
ocasiones sentía que se iba hacia al frente o hacia atrás; decía como un
“desbalance”. José Francisco, creía, que algunos síntomas que estaba sintiendo,
se podían explicar a base de sus 57 años, hasta que un amigo le sugirió que
viera un neurólogo en consulta.
Luego de relatar sus síntomas al neurólogo, éste le examinó y le
indicó que había encontrado una rigidez de rueda dentada en el lado izquierdo,
y que presentaba bradiquinesia, enlentecimiento generalizado que parecía ser
secundario a la enfermedad de Parkinson. Ese mismo día a José Francisco se le
instruyó sobre una batería de estudios a realizarse y se comenzó en un medicamento
antiparkinsoniano del tipo agonista de dopamina; de hecho se comenzó en
pramipexole .125mg tres veces al día. Luego que se realizó los estudios
correspondientes se estableció el diagnóstico de Parkinson.
En muchas ocasiones debido a la lentitud y rigidez que
experimentan los pacientes de Parkinson, estos pueden quejarse de dolor en las
coyunturas y extremidades afectadas, obscureciendo un poco el diagnóstico de la
enfermedad. La edad promedio en que comienza el Parkinson en el ser humano es a
los 57 años y se va a manifestar principalmente por los siguientes síntomas:
temblor en descanso, enlentecimiento de los movimientos (bradiquinesia),
rigidez de rueda dentada, inestabilidad y cambios en el sistema autonómico.
La patología histológica del Parkinson comienza mucho antes que
los síntomas clínicos; y lo ideal sería, que tuviéramos un marcador biológico
que nos permitiera identificar los pacientes mucho antes de que comenzaran los
síntomas clínicos. Lamentablemente el marcador biológico no existe en este
momento y sólo nos resta tratar de hacer el diagnóstico temprano. Hoy día es
importante poder hacer el diagnóstico temprano, ya que existen algunos
medicamentos que han demostrado que pueden ser neuroprotectores. Se considera
un medicamento neuroprotector cuando se evidencia que puede proteger las
neuronas vulnerables, y enlentecer la enfermedad en cuestión.
Los agonistas de dopamina de los cuales usamos uno en José
Francisco, pramipexole, parecen tener facultades neuroprotectoras en los pacientes
de Parkinson. Los agonistas de dopamina estimulan directamente los receptores
de dopamina en el cerebro, tienen una respuesta de larga duración y no pasan a
través de un metabolismo oxidativo, de forma tal, que no generan radicales
libres, o “stress”oxidativo. Se ha visto que muchos pacientes pueden mantenerse
por mucho tiempo (3 a 5 años) en agonistas de dopamina como mono-terapia, y de
esta forma disminuyen el riesgo de las fluctuaciones y las disquinesias. Los
estudios han demostrado que los agonistas de dopamina tienen menos
probabilidades de inducir disquinesia que levodopa. Se ha observado en
animales, que protegen contra agentes tóxicos y tienen una acción directa en
disminuir los niveles de radicales libres.
Cuando se comparan grupos de pacientes que han estado con
tratamiento con levodopa, versus pacientes que han utilizado agonistas de
dopamina (pramipexole), se ha visto que aquellos que usaron pramipexole
tuvieron una incidencia menor de fluctuaciones y disquinesias. Los estudios señalan,
a que se trate el Parkinson lo más temprano posible utilizando agentes que
puedan ejercer una función neuroprotectora. En el caso de José Francisco, la
dosificasión fue aumentada paulatinamente a pramipexole 1.5 mg tres veces al
día, lo cual resolvió mucha de su sintomatología. Según su lado izquierdo
adquirió más movimiento, fueron desapareciendo los dolores del hombro y en el
brazo; también mejoró su caligrafía, su estabilidad y sus destrezas finas. La
máscara de la cara disminuyó, y ahora tiene mayor expresión facial.
José Francisco, lleva tres años de tratamiento, en monoterapia con
pramipeloxe; durante los últimos dos años sus síntomas han estado estables y no
ha demostrado deterioro clínico. Probablemente en el futuro, habrá que añadir
algún otro medicamento, posiblemente levodopa; para complementar su terapia
antiparkinsoniana. Pero al momento José Francisco goza de un control adecuado
de síntomas que le brinda la calidad de vida que él esperaba.